XIX JORNADAS PARA LA RECONQUISTA DE LA UNIDAD CATÓLICA DE ESPAÑA
“LA LEGISLACIÓN CATÓLICA Y EL NUEVO ESTADO”
GIL DE LA PISA ANTOLÍN
Doctor en Filosofía y Letras por la Universidad
Católica Santo Tomás de Villanueva de la Habana
Zaragoza, 18 y 19 de abril de 2009 Queridos amigos: La fe a prueba de terremotos de D. José Ignacio
Dallo y de Jaime Serrano provoca problemas serios (al menos a mí), pues
consi-deran empresa fácil el hacer milagros... Solo haciendo prodigios
es posible comprimir en
media hora lo que exigiría
bastantes horas para poder presentar aceptablemente con una mínima
estructura sólida. Hablar de la legislación católica del Estado Nuevo,
surgido de la Cruzada y la Victoria, tiene materia no ya para una breve
charla sino para un Seminario denso. Nunca he conseguido comprende que
la Iglesia Católica no haya salido en bloque en defensa del Régimen y
del Caudillo que lo dirigió durante cuarenta años, como un ejemplo de
Estado empeñado en facilitar el Reinado de Cristo, que es la misión
esencial que le encomendó su Fundador. No lo he entendido nunca, y menos
lo entiendo ahora cuando pedimos perdón por los “errores” pasados de
nuestra Madre que según aprendimos al rezar el credo es Santa e inmune
al pecado. Discúlpenme este desahogo inicial. Intentaré, de todos modos, convertirme en
“taumaturgo” improvisado. Y aunque no consiga hacer el milagro al menos
espero cumplir con el cometido que me han encomendado. La consecuencia inevitable, del hecho mismo de que
nuestra guerra de Liberación fuera considerada (¡y bendecida!) como
CRUZADA, por los papas (y todos los obispos con “mando en plaza” en los
años treinta del siglo pasado, para lo cual basta releer la Carta
Colectiva del Episcopado español, o ver los documentos pontificios e
intervenciones de los papas, desde Pío XI hasta Benedicto XVI) fue, en
primer lugar, impregnar la Legislación del Estado de espíritu católico. Por otra parte (como consecuencia de la
personalidad del generalísimo de los Ejércitos vencedores) suponiendo
que no hubiera sido una Cruzada, el ya Generalísimo de los Ejércitos y
Jefe del Estado, tenía elegido un camino a seguir: en la nación que los
rojos, separatistas, masones y judíos, habían intentado destruir,
aniquilando el Catolicismo, se
implantarían unas leyes que hicieran imposible volver a las
andadas. Franco tenía muy claro, cuál era la solución eficaz a los
problemas de España y estaba decidido a poner las Leyes de Dios y de la
Iglesia como soporte
y fundamento de toda la Legislación futura. El poder legislativo de la Nueva España
proporcionaría al Nuevo Régimen, el antídoto del veneno con el que los
eternos enemigos de la Patria habían provocado durante siglo y medio
todas las tragedias y desastres. Para intentar realizar el milagro que me piden
presentaré un cuadro impresionista a base de pinceladas
yuxtapuestas al no disponer de tiempo suficiente para ofrecerle una
exposición magistral sobre “LA LEGISLACIÓN CATÓLICA Y EL NUEVO ESTADO.
Creo, pues, que la mejor --y quizás la única-- fórmula viable.
Cuando inicié la preparación de esta ponencia
releyendo las “Leyes” que fueron el alma del Nuevo Estado, (Fuero de
Trabajo, Ley Orgánica, Principios del Movimiento, Concordato, etc.) me
di cuenta que “sintetizar” en treinta minutos todas las ideas que me
sugerían, me resultaba
imposible y solicité ayuda. El amigo Fernando Gallego vino en mi ayuda y me
facilitó dos libros que me ofrecían en bandeja --y ya hecho-- el trabajo
que yo había empezado a perfilar: “Francisco Franco, cristiano ejemplar”
de Manuel Garrido Bonaño, O. S. B. (Fundación Francisco Franco) y
“Franco y la Iglesia Católica. Inspiración cristiana del Estado”.
Trescientas páginas que se podrían condensar en esta conclusión: “En dos mil años de Cristianismo será difícil
hallar una visión política más ajustada al proyecto ideal soñado por el
Magisterio de la Iglesia”. Estas dos docenas de palabras expresan una gran
verdad: Desde que el mundo es católico nunca nadie fue capaz de ajustar
la legislación como el Régimen franquistas al magisterio de la iglesia. El
autor del segundo libro afirma: Franco superó, con sus proyectos de cristianización
de las leyes, a San Luís rey de Francia o a Fernando III el Santo de
Castilla. Yo mismo --que he vivido todo el proceso, desde la
República, hasta la muerte del Caudillo (unas veces en España otras
desde el extranjero) -- y que pensaba tener las ideas muy claras al
respecto, he de confesar que antes de leer ambos textos, ciertos
aspectos me habían resbalado más de lo que podría imaginar, tanto en
relación al excepcional
personaje, como a su obra como esta-dista católico. Debido a que, como falangista (aunque siempre he
defendido a Franco, por tantos méritos como acumula: su genio militar,
su lealtad y servicio entero a España, la reconstrucción nacional,
etc.,) su proceder frente al “Antipartido”, (al no llevar a sus últimas
consecuencias los ideales de José Antonio, Onésimo y Ramiro), levantaba
una especie de cortina ante mis ojos que me
empañaba la visión. Esto mismo, les ha ocurrido pienso yo, a otros
grupos políticos
(integrados estas minorías que subsistimos sobre la base de la lealtad y
la defensa de España y sus
valores agrupados en la denominación: “los nuestros”) y que, en ciertos
momentos, hemos sido excesivamente críticos con Franco. Entremos plenamente en materia. Hasta el Vaticano II la Iglesia tuvo como el
“anti-ideal” de las relaciones Iglesia-Estado, la separación de la
Iglesia y el Estado. Roma,
defendió siempre como “ideal” de la política: la “confesionalidad
católica del Estado” y la separación “se toleraba” como mal menor. El
ideal, por lo tanto, era su contrario. Una observación: ¿Recuerden el punto 25 de la
Falange (“¡puro Vaticano II”!, diríamos hoy)?
Decía: “Nuestro movimiento incorpora el sentido católico (de
gloriosa tradición y predominante en España) a la reconstrucción
nacional. La Iglesia y el Estado concordarán sus facultades respectivas
sin que se admitan intromisión o actividad alguna que menoscabe la
dignidad del estado o la integridad nacional”. ¿Qué
ocurrió? Ese famoso punto, escandalizó entonces, y se consideró a José
Antonio (católico con vencido y practicante), como un heterodoxo
peligroso. Aludo al hecho, únicamente a título de “composición de
lugar”, que diría San Ignacio... Otra pincelada. El 1º de octubre de 1936, el Caudillo, anunció “la
aconfesionalidad del Estado”, provocando la protesta de la Comunidad
Tradicionalista. El
cardenal Gomá –eso sí-- no le dio importancia al hecho en la convicción
de que “si la política va por el camino del sen-ido político-cristiano”
no debía provocar el pánico. Por otra parte, el obispo Pla puntualizó:
la “confesionalidad” no es “teocracia”. ¡Como ven, los obispos seguían
muy de cerca el tema, por su indudable importancia! Durante la Cruzada y la II Guerra Mundial la
propaganda nacional socialista (conocida como nazi) intenta presionar
sobre la juventud española. Nuestro Régimen, salva muy bien el escollo:
¡no habla y hace! Como prueba de ello, ¡la realidad!: “todas las
obras de la Falange (Sección femenina, Frente de Juventudes, Auxilio
social, etc.) se mantienen en la línea ortodoxa”. Es mas en 1942, en el
Congreso Internacional del Movimiento Juvenil Pan-europeo, la Delegación
española consigue que se proclame oficialmente: “La fe en Dios y los
valores de familia, pueblo y patria, el honor, el trabajo y la libertad
constituyen el cimiento indestructible de la nueva comunidad europea”. En noviembre de 1937, Franco declara a una agencia
internacional de noticias: “Nuestro Estado ha de ser un estado católico
en lo social y en lo espiritual”. Importantísimo: La “confesionalidad católica” con proyección de
“justicia social” es “principio motor” de las siete leyes fundamentales
del nuevo Régimen. Por eso ni Satanás ni sus hijos pueden olvidar a
Franco y menos aún perdonarlo. Lo recuerdan todos los días del año,
muchas veces al día, en sus televisiones, en sus artículos, en sus
tertulias, no saben hablar ni escribir, sin “acordarse de Franco”. Para
“ellos” sigue vivo... Otra pincelada: En 1941 se establece un “Convenio provisional” que
regirá las relaciones Iglesia-Estado, mientras se negocia el
“Concordato”. Pues bien, a ruego de la Santa Sede se incorpora el
artículo 1º del Concordato de 1851: “La Religión Católica, sigue siendo
la única de la nación española y gozará de los derechos y las
prerrogativas que le corresponden en conformidad con la Ley Divina y el
Derecho Canónico”. En 1958 se promulgan los “Principios del Movimiento
Nacional” (condensación de todos los que venían inspirando la
legislación desde el primer momento del Alzamiento). Y ¿qué se estipula
en ellos?: “La nación española considera como timbre de honor
el acatamiento a la Ley de Dios según la doctrina de la Santa Iglesia
Católica, Apostólica y Romana (única verdadera) y fe inseparable de la
conciencia nacional que inspirará su legislación” (II principio)... “La forma de Estado es la monarquía, tradicional,
católica, social y representativa”. El FUERO DE LOS ESPAÑOLES (1945) reconocía a los no
católicos el derecho a no ser molestados en sus creencias
religiosas, ni en el ejercicio privado de su culto; les imponía –eso
sí-- limitaciones en la propaganda y en las manifestaciones públicas del
culto. ¡Muy a tener en cuenta!: (Sobre todo los clérigos
que tienen a Franco por un tirano...) Y la Iglesia era, a la hora de
aplicar este reconocimiento, más “restrictiva” que Franco..., que, como
buen estadista, pensaba en España y en no poner más trabas a las
relaciones con el mundo exterior que nos tenía cercados. (¿Se han
olvidado o no saben Historia nuestros clérigos democráticos?) Estados Unidos presionaba y por “culpa” de los
obispos (entiendan lo que digo, no lo que puedan interpretar...pero la
Historia es la Historia...) España pagó las consecuencias con graves
perjuicios económicos... de su celo “católico romano” (Todos ustedes
pue-den sacar conclusiones...). Ahora bien, conviene resaltar un embuste de fatales
consecuencias: El hecho de haber convertido la fidelidad de España a
Roma (esforzándose en
legislar de acuerdo con las enseñanzas seculares y ortodoxas de la
Iglesia) en una falsedad, y no se cansan de presentar una y otra vez
la imagen de esa
fidelidad como una
actitud antediluviana, inmovilista o medieval
inventándose, además, una “palabreja despectiva”
(“NACIONAL-CATOLICISMO”) para designarla. El tema del “nacional-catolicismo” merecería una
charla aparte, por la absoluta carencia de fundamento, por ser uno de
los mayo-res embustes que ya la propia Jerarquía e Iglesia española ha
digerido como verdad incuestionable... Es otro “producto genial” de lo
que llamo el “Laboratorio de Ideas del Poder Supremo sin rostro” Nunca existió el llamado “NACIONAL CATOLICISMO” que
únicamente y siempre fue, un mérito del Catolicismo español o sea un
ejemplo de “fidelidad a Roma”, a la “Roma eterna”. Si aplicamos el mismo método hoy (a los esfuerzos y
la doctrina de los últimos papas en recodar a los políticos que nunca
existirá Europa si renuncia al Cristianismo), tendríamos que llamarlo el
“EURO-CATOLICISMO” de la Iglesia. Tema interesante para otros foros. No voy a
insistir pues, pero quede claro que no debemos tragar el que pretendan
que comul-guemos con ruedas de molino, sin reaccionar debidamente.
(Y aprovecho para machacar una vez más el axioma sionista
(¡axioma!, sí): “Los goyim tienen inteligencia de bestias...”. Por eso
tragan lo que les echen. El fervor del pueblo sano de Europa, en afirmación
de su fe, ha sido siempre consecuencia de los ataques programados,
organizados y eficacísimamente dirigidos desde las cavernas de la
Logias. La reacción de nuestro pueblo, frente a la persecución de la
República contra todo lo que oliera a Catolicismo y a sus valores,
convertidos en algo esencialmente español, no fue distinta de la que
ciento cincuenta años antes se produjo en Francia, natural y espontánea,
en un pueblo que aún no lo habían descristianizado los políticos atados
a las logias. No fue consecuencia del “franquismo” sino del alma sana
del pueblo español. Así lo sostuvieron todos los obispos incluido
Tarancón quien proclamó (“...forjar la España grande y católica que
todos deseamos, reencarnación gloriosa de aquella España tradicional en
la que el sentimiento religioso y el sentimiento patriótico se fundían
en un solo anhelo...”) hasta Añoveros, pensaba así. Seguimos dando pinceladas.
La obsesión del Nuevo Régimen
(y de Franco su motor) fue “conceder una libertad absoluta a la
Iglesia para llenar su misión, garantizarle la independencia y lograr
una perfecta cooperación del Estado con ella mediante la regulación
jurídica concordada”. Y así lo hizo saber a la Santa Sede en su primera
comunicación. Es a través del cardenal Gomá y ofreciéndoles “la
seguridad de que no sólo respetará la libertad de la Iglesia en el
ejercicio de sus funciones propias, sino que prestará su leal concurso,
persuadido de lo beneficiosa que será la mutua colaboración”. Y en esa
línea se mantendrá hasta su despedida de este mundo en 1975... para
recibir la recompensa del que persevera hasta el fin. La Compañía de Jesús, expulsada de España por la
maravillosa República del crimen (¡tan defensora de las libertades
democráticas, como es sabido!) y se le devuelven todos los bienes
robados por la añorada “legalidad republicana”.
La prensa de la Iglesia queda eximida de censura (usual en tiempos de
guerra y, además, “herencia” de la República, tan respetuosa de la
Ley...). Amplía la libertad de la Acción Católica. Y todo
sin comprometer lo más mínimo su libertad de acción de la Iglesia ni de
sus asociaciones, garantizando la “independencia de la Iglesia” (... o
sea, y subráyenoslo, sin pedir -- y menos aún-- exigir,
contrapartida alguna).
¡Cuánto y cuán gravemente se ha mentido en ese aspecto! No sólo
por los enemigos de España y de su Religión, sino por esos “portavoces
oficiales u oficiosos” de las conferencias episcopales). Y siguen las pinceladas. Otra falsa información que conviene resaltar: la
que tiene relación con el nombramiento de los obispos el “derecho de
presenta-ción”. España desde tiempo inmemorial tenía ciertos
privilegios, como los tuvo “y los sigue teniendo–superiores a los de
España que se los autolimitó-- otras naciones como Francia nación en
manos de las logias y del sionismo, madre de la política atea, agnóstica
y anticatólica, y otras naciones europeas que se benefician de
concordatos firmados por regímenes totalitarios.
Franco dejó a la Iglesia libertad absoluta y se limitó a guardar
los formalismos sin interferir en nada ni él, ni el Estado Español. Y por más que se diga, la Iglesia no se puso una
especie de “autocensura”. El abuso fue más bien, en sentido inverso:
“las jerarquías paralelas” que controlaban y manejaban a su aire,
ciertas diócesis “abusaron de la absoluta libertad” que se le reconoció
y el “autocontrol del Régimen” (éste sí que se “impuso” autocensura
“positiva” en beneficio de
la Santa Madre Iglesia por voluntad de Franco) para incordiar y
crear problemas que no se hubieran atrevido a provocar en un Régimen
realmente “dictatorial” como el actual régimen socialista imperante. Dejemos constancia clara y contundente de que no
hubo ni un solo obispo vetado por Franco, borrándolo de la presentación
propuesta por la Jerarquía católica. Es más, no tocaba ni siquiera el
“orden” de predilección... que fijaba la “presentación” elaborada por la
Iglesia. Realidad confirmada por todos los obispos españoles, incluso
los que acabaron “desenganchándose” de la Cruzada” como el ínclito
Tarancón (a quien, por cierto, Franco “presentó” para cuatro sedes:
Solsona, Oviedo, Toledo, Madrid). Y hablando de la “presentación de los obispos”
conviene resaltar que Franco más bien le tenía aversión al antiguo
privilegio y dijo: “no quiero ser como los políticos del antiguo régimen
que hacían obispos” o sea, que era evidente que estaba más en la línea
de la Santa Sede que en la de nuestros juristas. Reduciré al mínimo las citas de los obispos que
avalan dicha realidad --innumerables y contundentes en su testimonio--.
Conocida por todos los que no odian la Cruzada y también por la mayoría
de los que luego se apuntarían al carro de los “futuros vencedores
políticos” cuando son historiadores serios. Ya conocen algunas. He aquí una muestra que podrían hacer suya todos
los obispos: “Gracias por la libertad plenísima, absoluta que hemos
gozado los pastores durante el tiempo de vuestro mandato para ejercer
nuestro ministerio pastoral... En todos los días de mi largo pontificado
–unos treinta años—jamás se me ha dicho nada, por parte de V.E., ni de
ninguno de vuestros colaboradores en las tareas de gobierno, ni directa,
ni indirectamente, he recibido presión alguna, si siquiera sugerencia
alguna que pudiera afectar el libre ejercicio de mi cargo... siempre
encontré colaboración leal y desinteresada tanto en Lérida como en
´Tortosa”. Las indicaciones sobre materias mixtas según el
Primer Secretario de la Conferencia Episcopal (1973). “fueron siempre
muy sobrias, casi nulas, en comparación con las presiones obsesivas de
ciertos grupos clericales y laicales•” Y una última cita, en 1969, ante el Príncipe Juan
Carlos: “La Iglesia
ha podido ejercer su misión propia a favor de sus hijos, con una
libertad como no se conocía durante siglos”. La gestación del Concordato fue laboriosa y harto
difícil (por las circunstancias del momento: la Guerra mundial, Hitler,
el marxismo triunfante, un nuevo orden europeo, etc.). Los juristas de
la España Nacional creían vigente el de 1851; Roma quería uno nuevo. Se mantuvieron los primeros artículos de antiguo
concordato: confesionalidad, tutela y enseñanza de la Religión, libertad
en el ejercicio de las funciones pastorales. Y se regulaba la
intervención del Estado en el nombramiento de los obispos y se
comprometía a no legislar sobre materias mixtas u otras de interés para
la Iglesia “sin previo acuerdo con la Santa Sede”. Se aceptaba el sistema sugerido por Roma en lo que
respecta al nombramiento de los obispos. “No era el derecho de
presentación” que aún conserva Francia y antes también tenía España. Era
diferente. El nuncio hacía una selección y presentaba seis candidatos.
El Papa podía poner otros y seleccionaba una terna de la cual el Jefe de
estado español “presentaba” uno. La iniciativa, el juicio de aptitud y
la decisión estaban en manos de la Santa Sede.
Franco nunca tomó la iniciativa de recomendar a nadie, únicamente
en una ocasión “dio un consejo” de simple “traslado de diócesis” ... y
Roma no lo atendió. (¡Todo un récord!...
para cuarenta años de eso que llaman “dictadura" y.… luego
¡cuentan historias, manipulan y mienten!). Entre 1941 y 1950 se firmaron Acuerdos sobre
nombramientos de otros cargos eclesiásticos, Seminarios y Universidades
de estudios eclesiásticos, Tribunal de la Rota en Madrid, Jurisdicción
castrense y asistencia religiosa a las fuerzas armadas. Finalmente, en 1953, se firma el Concordato
calificado como el “Concordato modelo entre la Santa Sede y un Estado
católico”. Se ha dicho que casi todo eran concesiones a favor
de la Iglesia Católica. Y lo han presentado como si fuera fruto de la
debilidad política de Franco. ¡Mentira! Franco tenía todas las de ganar
si hubiera querido “presionar, lo tenía todo a su favor. Pero lejos de
un chantaje fue el producto lógico de un régimen nacido de una “Cruzada”
que quiso llevar su fe, a sus últimas consecuencias. Y de una Santa Sede
que deseaba subrayar su independencia (y que sabía que contaba con la
colaboración leal de un régimen consecuente con sus principios). El Concordato de 1953 fue, simplemente, el triunfo
de la “tesis católica” sobre una materia política de enorme
trascendencia. La ignorancia, y mala fe de cierta casta clerical al
servicio “de los de siempre”, han convertido fábulas en dogmas de fe
históricos. ¡Qué pena! Porque la realidad que hemos vivido los que tenemos
ya muchos años es totalmente diferente de los principios e ideas que han
metido en mollera, a las nuevas generaciones eclesiásticas. Si les he de
ser sincero, en estos momentos creo que éstas no tienen culpa porque
viven en la ignorancia más supina... “en todos los aspectos”. Ahora lo único que me dan es ¡pena! Pena de verlos
tan pobres diablos. Antes me sacaban de quicio, finalmente he acabo por
comprender que viven en un mundo “virtual” que no tienen nada que ver
con la Historia real de los últimos ochenta años, y que lo mejor que
podemos hacer es tratar de “informarles” ... “Cuando los obispos teníamos alguna dificultad con
la Administración, recurríamos a
Franco que la resolvía siempre a favor de la Iglesia” decía en 1975 el obispo de Vitoria. Nunca consintió que se utilizara como “arma
política” las conductas equivocadas de ciertos eclesiásticos. Por el
contrario, todo era dar facilidades para crear las condiciones propicias
a la acción de la Iglesia. (¡Como ahora! Cuando se considera un éxito
que los gobernantes socialistas se dignen hablar con los obispos...).
Hasta Añoveros confiaba en Franco como árbitro y fue el Caudillo quien
cerró el caso. Todos los informes de superiores religiosos,
obispos, nuncios, tenían como común denominador de su opinión “el
equilibrio imperturbable de Franco y su línea inamovible de fidelidad a
la Santa Madre Iglesia. Que se concretó en una legislación de
inspiración cristiana que hizo de las Instituciones un instrumento
favorable a la vida católica. Se protegió legalmente a la familia, el matrimonio
canónico y la Educación cristiana. Facilitó el acceso de la Iglesia a la acción
pastoral en todas las instituciones del Estado. ¡Como ahora! No tienen
más que repasar la eliminación de la influencia de la Iglesia en la
Educación, en los cuarteles en los hospitales. La revista de la Acción Católica reconoce que
“nadie antes hubiera conseguido disponer de las facilidades y medios que
el Estado proporcionaba”. Con leyes cuando era preciso. Porque el
Régimen “fascista” de Franco legislaba a favor de la propagación de la
verdad que Cristo a proclamar a favor del hombre. Más pinceladas... Hasta los mismos “derrotados” exiliados volvían a
España cuando estaba en juego la educación de sus hijos. La Sección Femenina fomentó un tipo armonioso de
mujer cristiana. Los sindicatos también contaban con asesoría
religiosa y la luz del Magisterio en materia social. Radio Nacional y las Cadenas de radio públicas
fueron igualmente grandes instrumentos de formación religiosa y valore
humanos. Y algo de trascendencia fundamental en pro la Santa Madre
Iglesia, el Estado autorizó
la creación una cadena de emisoras de radio propias de la Iglesia. Y cuando llegó la Televisión se puso igualmente a
la disposición de la Jerarquía Eclesiástica otro instrumento más de
formación religiosa mediante programas ad hoc dirigidos por sacerdotes y
en los que obispos como Guerra Campos, formaban la conciencia de los
católicos. Los Estudios superiores de Teología, Sagrada
Escritura e Historia Eclesiástica fueron incorporados al Consejo
Superior de Investigaciones Científicas. Se aprobaron Universidades Católicas y Facultades
de Estudios Eclesiásticos reconociéndose sus títulos. En 1940 se creó el
Consejo Superior de Misiones. Ese clima facilitó el que hubiera tantas las
vocaciones religiosas y al sacerdocio, que Franco se creyó obligado a
dar consejos a cierto obispo que tenía dificultades para albergarlas y
comentó que ya no necesitaba
más: “No tiene derechos a despreciar las vocaciones que Dios le
da –le dijo--. Si no las necesita, las necesita la Iglesia y
concretamente América y las Misiones”. Más datos: El Vaticano siempre contó con el apoyo de España en
sus iniciativas diplomáticas y en pro de la paz. Otra forma de proteger a la Iglesia fue la ayuda
económica a la Iglesia, se dio en tres planos: 1.
Exenciones tributarias, 2. Reconstrucción de edificios (tres mil
millones), templos,
seminarios reconstruidos o ampliados (sesenta y seis). (Carrero Blanco
cifró lo recibido a lo largo de 36 años en trescientos mil millones de
ptas.) 3. Dotación a las personas (aunque por debajo del salario
mínimo). En este aspecto es una prueba de la visión evangélica de la
Iglesia española, pues aunque un decreto del Gobierno igualaba el sueldo
base e los curas al de los maestros, la realidad es por voluntad de la
Iglesia se quedaría en la cuarta parte... dado que aplicar esa
“conquista de necesidad” aplicando criterios humanos, hubiera supuesto
perjudicar a los maestros. En los transportes por ferrocarril los religiosos
tenían un 50% de descuento. Se impone una pregunta y, sobre todo, que la nueva
clerecía modernista debería examinar su conciencia: ¿Aprovechó la Iglesia la Libertad y las
facilidades? Le ayudaremos con más pinceladas. La creatividad fue notable en los años cuarenta y
cincuenta. Es decir: Todo antes de 1965, antes del Vaticano II. Antes de
que el humo de Satanás, se colara en la Iglesia, utilizando las palabras
de S. S. Pablo VI. En esos
cinco lustros posteriores a la Cruzada y la victoria es cuando se
llenaron los seminarios y florecieron las vocaciones y las iniciativas,
la mayoría de las escuelas, colegios universitarios, facultades y
universidades de la iglesia, centros de cultura religiosa superior para
seglares, organizaciones de ayuda a las misiones, campañas contra el
hambre; las 140 casas diocesanas de Ejercicios espirituales, la cadena
de emisoras radiofónicas de la Iglesia, la B.A.C.;
Cáritas, sesenta revistas de cultura eclesiástica superior,
otros sesenta institutos religiosos femeninos. Los Seminaristas
mayores pasaron de 2000 en 1940 a 8000 en 1952, 9000 hasta 1964. El
número de sacerdotes diocesanos aumentó el 25 %. El de religiosas un
170%, un 60 % las monjas de clausura, los socios del apostolado seglar
llegaron al millón... Dijo Juan XXIII en 1972: “Cuánto nos ha consolado
en nuestras visitas a España el ver repletos los templos rebosantes, los
seminarios, alegre y serenos vuestros hogares y familias “. Las Misiones Populares, por otra parte, reanimaron
la vida de fe de muchas comarcas. La Iglesia tenía cerca de 7000 escuelas propias,
dos millones de alumnos, 17000 alumnos universitarios. Y un dato que hoy
impresiona, antes de 1965 habían hecho ejercicios espirituales un millón
cien mil hombres. Sobre todo, si piensan que la semana pasada en Caldas
de Montbuy éramos “siete, los que hacíamos Ejercicios Espirituales,
siete” y que el P. Cueto informara que, en Pozuelo de Alarcón, van a
suprimir las tandas de cinco días... porque no hay demanda...
Nacieron en España–o se consolida-ron en esos 25 años-- grandes
movimientos de espiritualidad con proyección internacional, Opus,
cursillos de Cristiandad, “neocatecumenales”, misiones en el extranjero:
La Cooperación sacerdotal hispanoamericana (1500 sacerdotes enviados a
América). Once mil sacerdotes misioneros y 16 000 religiosas en el
mundo. Instituciones benéficas para remedio de necesidades inmediatas en
parroquias y pueblos 20 000 religiosas y religiosas entregados a cuidar
menesterosos, enfermos, desvalidos, convirtiendo a deshechos de la
sociedad en hogares alegres para ellos. Debería decir algo sobre el inconmensurable
estadista y patriota al que España le debe los cuarenta años de su nueva
edad de oro, arruinada nuevamente moral y materialmente por los
charlatanes de feria de la democracia liberal y masónica pero el tiempo
no da para más. No sé si habré logrado el milagro, pero no lo sé hacer
mejor. Gracias.
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