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LA UNIDAD CATOLICA DE
ESPAÑA, EN DEFENSA POR JAVIER NAVASCUES 6 Agosto 2019
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El Secretario General de la Junta Nacional para la Reconquista la Unidad
Católica de España, José Luis Díez Jiménez, nos explica en esta
entrevista los fundamentos y la razón de ser de la asociación UNIDAD
CATÓLICA DE ESPAÑA.
¿Cómo nace la Unidad Católica de España y con qué bases históricas y qué
fines?
En primer lugar, he de resaltar que el ser de España, desde su
conversión a la fe de Cristo por la predicación de Santiago Apóstol
alentado por la protección de la Virgen del Pilar, es su catolicidad.
El nacimiento de la Unidad católica de España tuvo lugar en los primeros
días del mes de mayo del año 589, durante la celebración del III
Concilio de Toledo, cuando el rey visigodo Recaredo y su corte
proclamaron su conversión al catolicismo e instituyeron oficialmente la
Confesionalidad Católica del Reino español. Hecho que hemos venido
celebrado todos los años el primer domingo de Mayo.
Pero no habían pasado dos siglos cuando los árabes mahometanos
invadieron toda la Península. En Covadonga, un puñado de cristianos
valientes da comienzo a la "Cruzada que forjó una Patria". La lucha se
prolongó por 800 años, con grandes alternativas y vicisitudes, pero, la
idea motriz, el ideal permanente de la parte cristiana fue siempre,
incontestablemente, la de la restauración de la Hispania cristiana
visigoda que se había hundido en tiempos de Don Rodrigo.
A esta lucha secular de la Reconquista española pusieron término los
Reyes Católicos con la toma de Granada, restaurando la patria española y
cristiana. Al propio tiempo, la misma Reina Isabel la Católica expulsa a
los judíos no convertidos, logrando así una plena y perfecta unidad
católica que, con la excepción de algunos pocos y breves períodos de
tiempo, el catolicismo ha configurado durante siglos la política
interior y la exterior de España, o mejor dicho, de las Españas, porque
ese beneficio se extendió a las Américas, Filipinas, Portugal, Guinea
Ecuatorial, etc.
No se puede entender la historia de España sin tener presente su Unidad
Católica con toda su enorme influencia en la vida y cultura del pueblo
español. Lo manifiesto sin arrogancia, pero con profunda y firme
convicción.
Por lo mismo considero que es un burdo error y una actitud
antihistórica querer educar a las nuevas generaciones procurando
deliberadamente el olvido o la tergiversación de aquellos hechos que,
sin la fe religiosa, no tendrán nunca explicación suficiente.
En cuanto a los fines, tenemos un único fin: Reconquistar la Unidad
Católica perdida para reinstaurar en España el Reinado Social de Nuestro
Señor Jesucristo.
¿Qué
es la Unidad Católica de España? La Unidad Católica la define magistralmente, nuestro Presidente Don Alberto Ruiz de Galarreta, como una situación de derecho público en la que coinciden la Confesionalidad Católica del Estado, y una interpretación restrictiva de la libertad de cultos tal. Siendo la Unidad Católica el todo, y sus partes la Confesionalidad Católica del Estado y la restricción de la libertad religiosa.La Unidad Católica es, pues, el principio legislativo que estableció la religión católica como la única de los españoles, con exclusión de cualquier otro culto. Este principio imperó en la legislación española desde los Reyes Católicos hasta la Constitución de 1869 y en menor medida exceptuando los periodos de la Segunda República, hasta la ley de libertad religiosa de 1967, y posteriormente, desde la entrada en vigor de la Constitución atea de 1978, con la supresión de la Confesionalidad Católica del Estado, hasta nuestros días. Paréntesis, todos ellos, en los que se perdió la Unidad Católica de España y así ha sido, como lo es hoy, su depravado devenir.
Al
definir la Unidad Católica, nos ha indicado que sus partes son la
Confesionalidad y la restricción de la libertad religiosa, ¿podría
explicarnos en qué consisten estas dos partes?
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En el caso de España, la Confesionalidad Católica del Estado tuvo su
última concreción vigente en el principio segundo de la Ley de
Principios del Movimiento Nacional, de 17-I-1958, refrendada por Ley
Orgánica de 10-I-1967, y que decía así: “La Nación Española considera
como timbre de honor el acatamiento a la Ley de Dios según la doctrina
de la Santa Iglesia Católica Apostólica Romana, única verdadera, y fe
inseparable de la conciencia nacional, que inspirará su legislación”.
Texto que fue bendecido extensa y prolongadamente por la Iglesia en
infinitas ocasiones, al sostener siempre que los Estados deben rendir
culto público y colectivo a Dios y ajustar sus leyes a las de Dios,
especialmente en las encíclicas Vehementer Nos de San Pío X, y Quas
Primas de Pío XI.
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Perdone que le interrumpa, ¿podría citarme algunos de esos apoyos?
Naturalmente.
Así, a bote pronto, se me ocurre como el más expresivo el
todos conocemos del evangelio de San Mateo: “Id, pues, y haced
discípulos a todos los pueblos bautizándolos en el nombre del Padre y
del Hijo y del Espíritu Santo; enseñándoles a conservar todo cuanto os
he mandado. Y mirad que Yo con vosotros estoy todos los días, hasta la
consumación del siglo”, o ese otro de San Pablo a los
tesalonicenses: “Entretanto, hermanos, orad por nosotros, para que la
Palabra del Señor corra y sea glorificada como lo es entre vosotros”.
Existen otros muchos que ahora no vienen a mi memoria. También hay
apoyos en la Tradición, como el de San Vicente de Lerín:
“Lo que ha
sido creído en todas partes, siempre y por todos”.
Y volviendo a nuestra “tesis”, he de añadir que la Confesionalidad
Católica implica no sólo conformidad con la Sagrada Escritura y la
Tradición, sino también con los dogmas teológicos y normas morales de la
Iglesia Católica, que nos obligan a asumir socialmente la cosmovisión
católica que afecta a la política, y cuyos principios se contienen en el
Derecho Público Cristiano y en la Doctrina Social de la Iglesia. La
Confesionalidad Católica fue acogida en las leyes y en toda clase de
disposiciones y actos oficiales de los mandamientos de la Ley de Dios y
de la Santa Madre Iglesia. Por ejemplo, hacer guardar el descanso
dominical, y tuvo una importante interacción con la confesionalidad de
la sociedad, consistente en manifestaciones religiosas públicas a cargo
de particulares; por ejemplo, la instalación de imágenes y monumentos
religiosos a cualquier nivel, desde las puertas de las casas a las
cumbres de las montañas; bendecir la mesa, no sólo en casa, sino en
público, en banquetes, etc.
Tras la promulgación de la Constitución de 1978, con la suspensión de la
reivindicación de esa “tesis”, o sea, con la aceptación del hecho del
pluralismo religioso, se implantó una “hipótesis” de trabajo, llamada
“aconfesionalidad”, algo que se explica tan solo en aquellos pueblos
que, por haber sufrido la ruptura de la unidad religiosa, como no ha
ocurrido en España, deben aceptar un régimen de neutralidad religiosa,
es decir, de agnosticismo, para poder vivir en paz; pero, tengamos en
cuenta, que no es neutral cuando ese agnosticismo -o el
anticatolicismo sin más- se convierte en dogma oficial democrático, como
en el caso ilustrativo de España, que al eliminarse la tradición
católica, ser de nuestra Patria, se convierte en confesionalmente
anticatólico, haciendo imposible toda ética pública, con grave
repercusión en el deterioro de la moral privada. Negar este hecho es
negar la evidencia.
En cuanto a la restricción de libertad religiosa, entiendo que, a la
libertad, como principio, debe ser respetado como fundamental de la
Moral Católica, y ser bien entendiendo en cuanto a sus límites, pues la
misma Iglesia lo enuncia como derecho a elegir el camino de la verdad
religiosa y no como libertad para el error.
En efecto, este principio ha de entenderse
en el sentido de que no debe coaccionar a nadie para que rechace un
determinado credo o se adhiera a él, es decir, como una libertad de las
conciencias para vivir interior y privadamente la verdad religiosa. Sin
embargo, públicamente el Estado Confesionalmente Católico solamente
admitirá el que proclame la Realeza Social de Nuestro señor Jesucristo.
Es, desde luego, improcedente pensar que
la libertad religiosa implica la equiparación de todos los credos, o
incluso de los monoteísticos, como si la Iglesia católica no estuviera
segura de que sólo su credo es el verdadero. |
¿Cómo se conjuga eso con la Declaración Dignitatis Humanae?
Si, ya sé que hay quienes, esgrimiendo la autoridad del Concilio
Vaticano II y sobre todo en su Declaración Dignitatis Humanae, que
parece consagrar como derecho humano respetable jurídicamente la
libertad religiosa y el consiguiente "pluralismo político".
Pero, a ello aduzco que es cierto que ese documento elude más o menos
claramente a la libertad religiosa en el fuero externo, y también que el
sector progresista dominante hoy en la Iglesia lo ha utilizado para
procurar el desmantelamiento de la Unidad Católica y de la
Confesionalidad del Estado en los países en que existían.
Sin embargo, he de resaltar el Concilio Vaticano II, no ha cambiado la
doctrina tradicional. La propia Declaración Dignitatis Humanae, afirma
que “deja íntegra la doctrina tradicional católica acerca del deber
moral de los hombres y de las sociedades para con la verdadera religión
y la única Iglesia de Cristo”. Y la doctrina tradicional sobre el
tema remite a las encíclicas Inmortale Dei, y Libertas, de León XIII; la
Vehementer Nos de San Pío X, y las encíclicas Quas Primas, 33 y Ubi
arcano Dei, de Pío XI.
En segundo lugar, y todo el mundo lo sabe, que ese Concilio se declaró a
sí mismo como meramente "pastoral" y "no dogmático". Y su doctrina se
opone en este punto a la de todos los concilios anteriores (que sí son
dogmáticos) y a todas las encíclicas papales. Por otra parte, una
declaración es el rango menor entre las disposiciones de que consta el
Concilio. Cabría interpretarla como una mera directiva circunstancial,
táctica de "pastoral", que, como toda táctica, ha de probar en la
práctica su eficacia y validez.
Y, al cabo de casi cincuenta años, los frutos de la misma son tan
patentes y desastrosos que puede aplicársele la norma de juicio que el
mismo Cristo nos enseñó: “por sus frutos los conoceréis”.
Hoy el desastre parece consumado en un país que ha perdido el pulso
moral y religioso. No puede perderse, sin embargo, la esperanza, porque
los designios de Dios son inescrutables y en sus manos se halla el
destino de los pueblos. Quiera Él enmendar el rumbo de nuestra Patria.
Y, para ello, iluminar a los pastores de su extraviado rebaño. |
¿Quién y quienes defiendes esa “tesis “, que ustedes proponen?
Desde que se proclamó la “libertad Religiosa” en 1968 y más propiamente
en el año 1976 con la ley de la reforma política que desembocó en la
Constitución irreligiosa de 1978, patrocinada inexplicablemente por la
mayoría del episcopado español, bajo la dirección de los Cardenales
Jubany y Tarancón, con la que con se perdió de la Unidad Católica, y se
precipito al pueblo español hacia la descomposición religiosa pasando,
cual péndulo oscilante que nos caracteriza, del catolicismo a la postasía.
Esa era y es la realidad incomprensible. No se entiende que la Jerarquía
española de la Iglesia, aquella misma que al regreso del Concilio
Vaticano II asegurando que no nos preocupásemos por la Unidad Católica,
a la vuelta de la esquina, se decantase en apoyo de una Constitución
aconfesional, que barría de golpe la catolicidad del Estado y por ende
la realeza de Cristo, al tiempo que diaria y paradójicamente subían y
suben las gradas del altar para rezar hipócritamente “Venga a
nosotros tu reino”.
En aquel momento histórico, viendo el panorama presente e
intuyendo el devenir que hoy se constata, en los que siguen lo
correctamente político, al tiempo que sin voluntad positiva rezan esa
oración tienen organizada sus vidas como si Dios no existiera,
promoviendo y engendrado directamente la apostasía de las masas
que están conduciendo inexorablemente al fraude de su salvación y a la
ruina de la Patria, de la sociedad, de las familias y de las personas,
suplantando la Eucaristía por los frutos del árbol de los derechos
humanos, en masónica armonía con el poder sin rostro, perdiendo no
sólo su semejanza con el Creador, sino que han perdido también su
digital y por tanto la parte más preciosa de su ser para dejar de ser y
convertirse, así, en nada, en marionetas democráticas movidas por las
cuerdas del oropel de la vanagloria y de la petulancia, que ensalza el
orgullo no viril con marchamo laicista, incluso promoviendo un minuto de
silencio por los muertos en una patera, en lugar de rezar un responso y
festejar las obras que ayuden a llevar a una proclamación solemne y
consciente ese “venga a nosotros tu reino”, desenado
verdaderamente la restauración de la realeza universal de Nuestro
Señor Jesucristo.
Viendo ese desolador panorama, recalco, un grupo de seglares católicos
comprendimos que la salvación de España estaba en la Reconquista de su
Unidad Católica y nos agrupamos en la Unión Seglar de San Francisco
Javier de Navarra, creamos al mismo tiempo, la Asociación Civil para la
Reconquista de la Unidad Católica de España, que está reconocida por la
Dirección General del Ministerio de la Gobernación el 19 de enero de
1977, y comenzamos la andadura sin dependencia alguna clericalmente de
la autoridad religiosa; pero, eso sí, como inspiradas todas sus
actividades en una concepción católica de la vida, declarándonos
gozosamente fieles al Sumo Pontífice de la Religión Católica, única
verdadera de la Iglesia de Jesucristo y a los obispos católicos
corresponsables de la salvaguardia de la Fe de la Revelación del Señor.
Como seglares católicos, procuramos llevar una vida espiritual avanzada;
no somos principiantes, ni en nuestra vida religiosa personal ni en
nuestros trabajos apostólicos. Esto quiere decir que no nos interesa
discutir acerca de la existencia de Dios ni de las excelencias de la
devoción a la Santísima Virgen. Damos todo esto por sabido y nos
situamos en un plano más especializado.
Nosotros constituimos una unidad de combate muy dura para defender a
España de su descristianización. Nos oponemos con la mayor
intransigencia al avance del laicismo, que mueve sus piezas poco a poco,
antes con disimulo, hoy abiertamente, y entre constantes invocaciones al
mal menor. Desde el principio, a pesar de que gran parte de la Iglesia
visible y oficial continuaba y continúa defendiendo y apoyando la
Constitución sin Dios, nosotros ya estábamos en las trincheras.
En todo caso, hay que evitar que la confesionalidad caiga en el olvido y
en el desuso, y que los católicos se acostumbren al laicismo, al
liberalismo y a la democracia. Esto se consigue hablando y escribiendo
sobre el tema, "opportune et importune". |
¿Esa postura les creará enemigos?
Realmente no nos afecta. En nuestro andar cotidiano hemos aprendido que
la verdad eterna e inconmovible crea antipatías y el cabestraje, amigos.
Y a pesar de ello, no nos desviaremos de la verdad por seguir el parecer
de la mayoría. Duela a quien duela, pese a quien pese, y caiga quien
caiga, llamaremos al pan siempre pan, y nuestros testimonios, nuestros
ejemplos diarios de vida y nuestros escritos, conferencias y acciones,
en medias tintas, tendrán siempre, siempre, siempre como meta y fin la
Reconquista de la Unidad Católica de nuestra Patria.
¿Qué medios o instrumentos emplean para la consecución de ese fin?
La Unión Seglar de San Francisco Javier de Navarra incorporó como órgano
periodístico nacional el quincenal Navarro Católico Siempre P’alante,
bajo la dirección de su fundador, el Rvdo. Don José Ignacio Dallo
Larequi, sacerdote incansable en las cosas de Cristo, quien ideó y
asumió la responsabilidad de editar, sin publicidad y con permanente
oposición clerical, y sigue editando, ininterrumpidamente, desde su
fundación en 1982, durante más de treinta y seis años, en oposición a la
aprobación de la Constitución sin Dios de1978 y desde entonces en su
denuncia como raíz de todos los males patrióticos y religiosos que
padecemos.
Tras la conmemoración en 1989 del XIV Centenario del III Concilio de
Toledo, todos los años, desde 1991 (en El Escorial), nuestra Junta
Nacional para la Reconquista de la Unidad Católica ha convocado las
Jornadas Nacionales, en las que bajo la coordinación y dirección de D.
José Ignacio Dallo, venimos reuniéndonos, los Seglares Católicos
Españoles venidos de toda España, desde 1992, anual e
ininterrumpidamente, durante los últimos treinta años en Zaragoza,
para que las generaciones actuales y las venideras puedan gozar de todos
los beneficios conseguidos bajo el Reinado de Nuestro Señor Jesucristo.
Amén de que todos los años se emite o renueva el Juramento de Toledo 89:
“Juro defender la doctrina de la unidad católica de España y trabajar
con todas mis fuerzas para su Reconquista y restauración en nuestra
patria”, y en el que la encíclica “Quas Primas” de S.S. el Papa Pío
XI (11-XII-1925) es su alma teológica. A partir de enero del 2000 subimos a la páginas web (www.siemprepalante.es y www.unidadcatolicadeespaña.es) nuestro quincenal Navarro católica Siempre P’alante; y desde mayo del año 2006 emitimos diariamente, día y noche, una emisión mensual en nuestra Radio JLD-Unidad Católica de España (www.jldradio.es) . |
¿Cómo se puede colaborar con ustedes?
Como la conjura judeo-masónica es extensa y profunda, y los operarios
pocos, pedimos voluntarios para Reconquistar la Unidad Católica de
España que es, en definitiva, el centro de batalla en curso, a favor o
en contra de la descristianización de nuestra Patria.
Ante el increíble e insólito panorama donde impera un laicismo
profesional que “ordena y manda” a la sociedad actual con el único
objetivo de destruir y hacer desaparecer la Civilización Cristiana, y
sabiendo también la existencia de algunas personas que desean
fervientemente la Reconquista de la Unidad Católica de España perdida,
pero que no saben lo que hay que hacer al servicio de grande empresa,
porque aun estando conformes con el “qué” no aciertan en el “cómo”, les
aconsejamos lleven a la práctica estas primeras respuestas elementales
pero eficacísimas :
1.- A todos aquellos, que, aun teniendo esencia, no saben qué hacer,
pueden ponerse a las órdenes de los que además de esencia tenemos
corazón y sí sabemos lo que hay que hacer, y ayudarles.
2.- A los que no aciertan a obedecer a otros, pueden optar siempre por
dos salidas:
a.- La de testimoniar su fe con el ejemplo y orar para alcanzar la meta
deseada.
b.- La de apoyar y sostener con dinero, factor número dos en orden de
importancia, al número
uno que es poner el corazón en la acción, en las horas de gestión, en el
tiempo dedicado a la Causa, en una palabra, a la Reconquista de la
Unidad Católica de España y la Confesionalidad Católica del Estado.
A nuestros hermanos en la fe, les pedimos caridad y sentido común. La
diversidad de vocaciones y de carismas no deben entenderse como un
enfrentamiento entre ellos. Y les advierto, para que lo tengan en cuenta
antes de tomar una decisión, que no solamente nos acosan los enemigos de
la Iglesia, con lo cual ya tenemos bastante, sino que, además, nos secan
no pocos “católicos” agrupados en las filas, tan de moda hoy,
interconfesionales e interreligiosas. Quisiéramos acabar con la paradoja
que sufrimos, de que algunos católicos, incluso altamente calificados,
que por un lado corren a retratarse jubilosos con personajes de
religiones anticristianas, y que departen alegremente con dirigentes
políticos igualmente enemigos de Dios, y por otro lado nos niegan a
nosotros el pan y la sal. Para nosotros, que defendemos heroicamente la
pureza del depósito de la Fe, ni una palabra amable y muchas hostiles.
Vemos mucha comprensión para los de fuera y poca para los de dentro.
Pero ello, no es óbice para desanimarnos ni desalentarnos.
Quiero invitaros a este amplio campo de acción que se abre a vuestras
almas de apóstoles en nuestra Asociación Civil para la Reconquista de la
Unidad Católica de España, coordinadora de esfuerzos, potenciadora de
acciones, activadora de estrategias de los Hijos de Dios. Abierta a
todos, sin exclusivismos. Servidora de todos, sin protagonismos fatuos.
Si, una vez reflexionadas estas propuestas, os satisfacen, ¡contactar
con nosotros! (uce@unidadcatolicadeespaña.es),
¡Reforzar nuestras filas! Enseñarnos vuestras experiencias, contagiarnos
vuestro celo. Vuestra Causa es nuestra Causa, la Causa de Dios.
Realmente nos gustaría contar contigo, y contigo, sí, sí, contigo, y con
todos los que sobrepongan el amor a Dios y a la Patria por encima de
cualquier partidismo.
A cuantos os sintáis identificados con nosotros os pedimos que os
adheríais con toda sinceridad a nuestra causa. Podréis poneros en la
vanguardia, ser miembros activos, testigos diarios de ejemplaridad,
piezas fundamentales de oración, y por añadidura cooperadores directos a
la Universal Realeza de Cristo. Desde estas líneas, como Secretario
General de la Asociación, os envío un gran abrazo en la fe y en la
esperanza.
En cambio, ante los medrosos que se conforman con los hechos inmorales y
transigen acepando sus circunstancias, al tiempo que justifican lo
inaceptable, amparados unos en su propia desidia y otros en
el sofisma e incongruencia de sus vidas avejentadas por el vacío de un
ideal espiritual, que ellos a priori nos cuelgan como un “sambenito”,
argumentando que Reconquistar la Unidad Católica de España es como
perseguir una utopía desheredada; cuando realmente la única utopía
existente es la ridícula afirmación liberal-humanista que intenta aquí y
ahora construir un paraíso sin Dios, olvidándose de que la experiencia y
los hechos diarios nos muestran, que cuando se rechaza, se disminuye o
se ponen cortapisas a la Realeza Universal de Jesucristo, es cuando los
hombres, esclavos de su mala elección, se hacen más inhumanos, y
su afán de crear el cielo en la tierra se convierte inevitablemente en
un infierno. Nosotros damos espíritu de resistencia y juramos seguir
defendiendo la Unidad Católica de España, palmo a palmo,
independientemente de esas “circunstancias”, a las que no solo no nos
acomodamos, sino que, con la ayuda del Buen Dios, queremos vencerlas
sobreponiéndonos a su adversidad en una contrarrevolución cargada de
fidelidad.
En todo caso, desde aquí, enviamos a todos un gran abrazo por encima de
las ingratitudes, por encima de las deslealtades, por encima de los
desprecios, por encima de los maltratos y por encima de eventos y
acontecimientos circunstanciales, al tiempo que, permitirme esta
petición, incrementéis o no nuestras filas, pidáis al Buen Dios que
bendiga nuestros trabajos por la Unidad Católica de España, como bendijo
los rebaños de Jacob. |
¿Quiere añadir algo, un último apunte?
Quiero insistir en la importancia suprema que tiene de la Realeza Social
de Cristo, y por ello cada año, los miembros de ´nuestra Asociación
renovamos el juramento de defender la doctrina de la Unidad Católica de
España y trabajar con todas nuestras fuerzas para su reconquista y
restauración en nuestra Patria.
He de aclarar que este solemne juramento supone dedicar nuestra vida
personal y social a la consecución del ideal de una España católica en
la Unidad Católica, y por ende en su Unidad Territorial. Derecho Público
Católico y de los Derechos de Nuestro Señor Jesucristo sobre la
Sociedad, sin cesiones que supongan detrimento de esta ideal.
Por eso, debemos desoír y combatir las voces acomodaticias y
oportunistas, que niegan el verdadero ser de España y su Tradición
Católica. Por el ideal de la Unidad Católica lucharon y murieron
millones de españoles. El ideal de la Unidad Católica no ha pasado ya,
no ha dejado de ser ya un ideal religioso y político para España, como
tampoco ha pasado el ideal de conseguir para España el Reinado Social de
Nuestro Señor Jesucristo.
Por eso, debemos apoyar con nuestras oraciones y sacrificios, así como
con nuestras acciones sociales, políticas y económicas, a todos aquellos
españoles que se propongan el restablecimiento de la Unidad Católica. Es
preciso reconstruir a España desde su fundamento religioso nacional,
para que de nuevo las Españas todas, sean, no sólo de derecho, sino, de
hecho, de Nuestro Señor Jesucristo, y que Él reine en España como se lo
prometió al venerable Padre Bernardo de Hoyos.
Porque la Unidad Católica, es un derecho de Nuestro Señor Jesucristo
sobre España. La religión católica es la única verdadera y fuera de la
religión de Nuestro Señor Jesucristo, no hay salvación para los hombres
ni para las naciones. Solamente en la Unidad Católica descansa la
verdadera prosperidad de España, la fidelidad a su vocación histórica de
servir a la Iglesia para la evangelización del mundo que no conoce
todavía Jesucristo, Rey y Señor de las Naciones, de los pueblos, de las
sociedades, de las familias y las almas.
Y para conseguirlo, recemos unidos: “Venga a nosotros tu reino”,
porque a pesar del desastre consumado en nuestra Patria y haber perdido
el pulso moral y religioso, no debemos ni podemos perder la esperanza,
luchar con nosotros unidos en la trinchera de la Asociación para
Reconquistar la Unidad Católica de España, porque, estad seguros que los
designios de Dios son inescrutables y en sus manos se halla el destino
de los pueblos. Quiera Él enmendar el rumbo de nuestra Patria. Y, para
ello, recemos también para que ilumine a los pastores de su extraviado
rebaño. |
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