El primer domingo de mayo se celebra todos los años el Día de la Unidad Católica de España, por ser el aniversario de la clausura del Tercer Concilio de Toledo, en el año 589. Suceso memorable porque el rey Recadero, su esposa y toda la corte abjuraron del arrianismo y proclamaron el Catolicismo religión oficial de los reinos de España. Con altibajos, este asunto enhebra toda la historia de España con la proclamación de su Unidad Católica.

     Con la excepción de algunos pocos y breves períodos de tiempo, el catolicismo ha configurado durante siglos la política interior y la exterior de España, o, mejor dicho, de las Españas, porque ese beneficio se extendió a las Américas, Filipinas, Portugal, Guinea Ecuatorial, etc.

      ¿Por qué un suceso tan importante como es éste no se conmemora más y es tan poco conocido por muchos españoles, aun católicos? La respuesta es obvia.  Porque la Jerarquía y el clero postconciliares no han hablado de él a sus fieles. Por un lado, no quieren exaltarlo, para no contradecirse del apoyo que posteriormente prestaron a la promulgación en nuestra Patria de la Constitución atea del 78, y por otro, no se atreven a atacarlo frontal y abiertamente, optando por la fórmula equívoca e hipócrita de silenciarlo y dejarle que vaya cayendo en el olvido, lo cual es, tengámoslo en cuenta, entre otras cosas una dejación de su deber de magisterio.

       Solamente un número reducido de católicos leales a Jesucristo no hemos mantenido firmes, con las ideas claras reivindicando la Unidad Católica perdida. Y afín de que esta idea e inquietud por la Unidad Católica  de España no prescriba, un grupo se seglares católicos españoles venimos luchando con la oración, el estudio y la acción, con la palabra y la pluma, cumpliendo así nuestro compromiso de Toledo 89 –XIV Centenario del III Concilio-, y, perseverando en el empeño, nos venimos reuniendo en Jornadas Nacionales en 1991 en El Escorial, y desde 1992, ininterrumpidamente todos los años hasta este mismo 2021, junto a la Virgen del Pilar, en Zaragoza.

      Ahora bien, los católicos tenemos que estar preparados para conseguir que, simultáneamente a otras modificaciones o en otra ocasión favorable, aprovechando la técnica jurídica que para ello se emplee como adecuada, u otra que se cree, se reforme la actual Carta Magna en sentido de hacerla confesionalmente católica. Y no piensen que somos unos soñadores y que nuestro propósito es una utopía, porque la verdadera quimera es la de los que pretender instaurar aquí, en la tierra, un paraíso sin Dios, y lo que esta logrando es un infierno.

     Y para que no prescriba seguimos exaltando la Confesionalidad Católica del Estado como el faro de luz que debe iluminar ilumina todas las encrucijadas. Pero, la realidad es que, a pesar nuestro,  únicamente podemos, a duras penas, sostener un apostolado de mantenimiento, ya que carecemos de recursos para hacer esa tarea de reconquista en este punto. Es aplicable a esto la sentencia de los comerciantes “anuncia y venderás”.  Estamos ante un círculo vicioso: No anunciamos porque no nos entran recursos para grandes campañas publicitarias de ámbito nacional, y no nos entran recursos porque no anunciamos. No obstante, adelantamos que tenemos en mente ese desafío y estudiamos la fórmula de romper este círculo vicioso por varios puntos a la vez. Pero, no perdamos tiempo, razón por la que pedimos ayuda a cuantos concienciados de que la perdida de la Unidad Católica de España llevará inexorablemente a la perdida de su Unidad Territorial. 

      El eclipse de la Confesionalidad Católica del Estado no lleva a éste a una inhibición ante lo religioso, ni a una neutralidad, ni a una equidistancia entre

religiones falsas, ni a una aconfesionalidad pura y auténtica, sino a otra confesionalidad cumplida y distinta de la de Recadero y sus sucesores, pero, al fin y al cabo, confesionalidad. Es la confesionalidad de la ONU, que propone una paz Onusiana que no es la paz de Dios. En nuestra Patria están pues, enfrentadas dos confesionalidades:  la católica y la anticatólica, en un equilibrio inestable de una contra otra. De manera que cuando en España ha existido la Confesionalidad Católica, ha sido asediada y combatida por los Estados de otras confesionalidades distintas que, curiosamente, aun siendo antagónicas y estar enfrentadas, se alían, para atacar a la Confesionalidad Católica.

      Y volviendo al plano religioso actual de nuestra España. A diario se cometen graves impiedades públicas. Los fieles que van quedando y sobreviven al proceso de descristianización que sufre España después del Concilio, reaccionan y protestan por su cuenta sin el apoyo de sus sedicentes pastores, que permanecen mudos.  Solamente, de vez en cuando, alguno de ellos, para quedar bien, dice que la religión no debe quedar recluida en las sacristías, pero no sigue, calla y rehúye la batalla y no señala el contexto del laicismo como fuente de ese mal y de otros muchos. Son como esa clase de hombres que San Ignacio en su Ejercicios Espirituales llama del “segundo binario”, que quieren arreglar las cosas, pero con medios distintos de los adecuados.

       Los impíos militantes sostienen sus impiedades públicas diarias alegando que para eso han construido un Estado laico. Tienen razón, y hay que ver cómo les irrita que se niegue su razonamiento correcto. El hecho es que su agresividad, y no el magisterio eclesiástico, es lo que mantiene desde la ribera contraria y heterodoxa la presencia del tema con resonancia permanente.

      Debemos trabajar sobre esto. Es muy fácil, al menos por de pronto: rompamos el silencio, escribamos sin demora, y hablemos más, mucho más, de la Confesionalidad Católica del Estado, a tiempo y a destiempo, para que, reconquistando la Confesionalidad Católica del Estado, recuperemos la Unidad Católica y consiguientemente la Realeza del Sagrado Corazón de Jesús y España vuelva a ser mariana.

José Luis DÍEZ JIMÉNEZ

 

 

 

Día de la UNIDAD CATÓLICA DE ESPAÑA

 

EL PRIMER DOMINGO DE MAYO DE CADA AÑO, se celebra el Día de la UNIDAD CATÓLICA DE ESPAÑA, porque en esos primeros días de este mes del año 589,  durante la celebración del III Concilio de  Toledo, el rey visigodo RECAREDO y su corte proclamaron su conversión al catolicismo e instituyeron la Confesionalidad Católica del Reino.

     Con la excepción de algunos pocos  y breves períodos de tiempo, el catolicismo ha configurado durante siglos la política interior y  la exterior de España, o mejor dicho, de las Españas, porque ese beneficio se extendió a las Américas , Filipinas, Portugal, Guinea Ecuatorial, etc.

     Entregada esa Unidad Católica a los enemigos de la Fe Católica en estos últimos años (Constitución Española de 1978), de la manera vil que unos historiadores están ya estudiando y divulgarán, debemos mantener  las ideas claras y la reivindicación alzada para que esa Unidad no prescriba.

     De tal entrega se vienen deduciendo con lógica implacable los principales males que hoy afectan en lo religioso y moral al pueblo español.

Frente a cada uno de estos males, un estudio profundo y sincero muestra que el verdadero, eficaz y duradero remedio es la RECONQUISTA de la CONFESIONALIDAD CATÓLICA DEL ESTADO.

Los católicos tenemos que estar preparados para conseguir que, simultáneamente a otras modificaciones o en otra ocasión favorable, aprovechando la técnica jurídica que para ello se emplee como adecuada, u otra que se cree, se reforme la Constitución en sentido de hacerla CONFESIONALMENTE CATÓLICA.

Para que esta idea e inquietud por la UNIDAD CATÓLICA DE ESPAÑA no prescriba, los SEGLARES  CATÓLICOS ESPAÑOLES venimos luchando con la oración, el estudio y la acción, con la palabra y la pluma, cumpliendo así nuestro compromiso de Toledo 89 –XIV Centenario del III Concilio-, y, perseverando en el empeño, nos venimos reuniendo en JORNADAS NACIONALES en 1991 en El Escorial, y desde 1992, ininterrumpidamente todos los años hasta este mismo 2021, junto a la Virgen del Pilar, en Zaragoza.

 

 
 
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